Tunja: arte, historia y espiritualidad en el corazón de los Andes colombianos

Considerada una joya para los conocedores de la historia del arte, Tunja, capital del departamento de Boyacá, es mucho más que una ciudad andina: es un puente entre el pasado prehispánico muisca y el legado colonial que forjó gran parte de la identidad cultural de Colombia. Fundada el 6 de agosto de 1539 por el capitán Gonzalo Suárez Rendón, esta ciudad a 2.800 metros sobre el nivel del mar es cuna de leyendas, resistencia y arte sagrado.

Antes de la llegada de los españoles, Tunja fue Hunza, importante centro del pueblo muisca. Su nombre significa «varón poderoso», y las huellas de esa época aún son palpables en sitios como Los Cojines del Zaque, un antiguo altar ceremonial, y el mítico Pozo Donato, que revive con fuerza las leyendas de amor prohibido y castigo divino de los pueblos originarios.

Tunja fue escenario y protagonista durante la gesta libertadora de Colombia. Sitios como El Paredón de los Mártires, donde cayeron héroes patriotas, y el Bosque de la República, convertido en parque y monumento nacional, recuerdan la sangre derramada por la independencia. En paralelo, la profunda religiosidad católica ha marcado la vida tunjana desde el siglo XVI. La ciudad es reconocida por sus celebraciones de Semana Santa, declaradas Patrimonio Cultural, donde procesiones y rituales llenan las calles de recogimiento y fervor.

Templos que son obras maestras

La arquitectura religiosa de Tunja es tan vasta como impactante. En el corazón de la ciudad, la Catedral Metropolitana Santiago de Tunja destaca por su estilo gótico-mudéjar renacentista y su retablo mayor, considerado uno de los más bellos del arte ibérico. El Templo de San Francisco, la Iglesia de Santa Bárbara y el Templo de Santo Domingoeste último comparado con la Capilla Sixtina del arte barroco latinoamericano— son ejemplos vivos de una ciudad que hizo del arte sacro su emblema.

Otros recintos sagrados, como la Capilla Nuestra Señora del Milagro, la Capilla y Convento de Santa Clara Real y el Templo de San Ignacio, completan una ruta espiritual y artística que fascina tanto a creyentes como a estudiosos del arte.

Ciudad de Tunja: legado colonial y centro histórico andinoTunja también conserva valiosas construcciones civiles y coloniales. La Casa del Fundador, vecina a la catedral, y la Casa del Escribano Don Juan de Vargas, ahora museo, permiten asomarse al estilo de vida del siglo XVI. La Casa de Antonio Ruiz Mancipe, con un grabado en piedra fechado en 1597, y la Casa del expresidente Gustavo Rojas Pinilla, de arquitectura republicana, completan un recorrido patrimonial que no deja indiferente.

A un costado del casco antiguo, los senderos del Bosque de la República invitan al descanso y a la reflexión, rodeados por casas históricas y monumentos. Allí se encuentra también la curiosa escultura de La Pila del Mono, de quien se dice que “todo lo oye, nada responde”, símbolo de la discreción tunjana.

Sabores ancestrales

Como en todo rincón con identidad profunda, la gastronomía en Tunja es otro viaje al pasado. Platos como el mute de mazorca, el cuchuco de trigo, el mondongo y la Runta (también conocida como sopa de indios) son infaltables en las cocinas locales. Acompañan estas delicias la infaltable fritanga boyacense, la gallina criolla y bebidas fermentadas tradicionales como la chicha y el masato.

Tunja, destino de tiempo detenido

Tunja no es solo una ciudad para visitar: es un lugar para descubrir lentamente, con respeto y curiosidad. Desde sus piedras milenarias hasta sus altares barrocos, todo en ella habla del paso del tiempo, de la fuerza de sus ancestros y del arte como expresión de la vida misma. Para quienes buscan un destino cultural, espiritual y profundamente humano, Tunja es una joya aún por redescubrir.

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